Ayer sábado, 16 de mayo, hizo la friolera de 306 años que murió Charles Perrault, escritor francés que nació el 12 de enero de 1628 en la ciudad de París.
Su familia, originaria de la ciudad de Tours, pero establecida en París y perteneciente a la alta burguesía, hizo posible que tuviera una buena infancia y asistiera a las mejores escuelas de la época. Estudiante brillante con 9 años asiste al colegio de Beauvais, en Paris, donde descubre su facilidad para las lenguas muertas y estudia literatura y a los 15, empieza a estudiar derecho, diplomándose e inscribiéndose en el colegio de abogados en 1651. Gracias a la su hermano mayor Pierre, recaudador general, con sólo 26 años, es nombrado funcionario gubernamental.
Siendo miembro destacado de la Academia Francesa y protegido por Colbert, el famoso consejero de Luis XIV, fue progresando hasta convertirse en el primero de los funcionarios reales, lo que le significó grandes privilegios.
Ejerció la abogacía durante algún tiempo, pero a partir de 1683 se dedicó totalmente a la literatura. A excepción de los cuentos infantiles, toda su obra se compone mayoritariamente, de loas al rey de Francia, lo que le permitió mantener una posición cómoda en medio de momentos políticos convulsos.
Escribió un total de 46 obras, pero su mayor fama la logró escribiendo cuentos para niños, entre los que figuran los famosos El gato con botas, Pulgarcito, Cenicienta, La Bella Durmiente del Bosque, Barba Azul, Caperucita Roja, Las Hadas, Piel de Asno, o Riquete el del Copete, que él recuperó de la tradición oral en “Historias o cuentos del pasado”, conocido también como “Cuentos de Mamá Oca”, por la inscripción que figuraba en la cubierta de la edición original.
Son estas obras, las que han logrado vencer al tiempo llegando hasta nosotros con la misma frescura y sencillez con que fueron escritos, después de recopilados de la tradición oral o de leyendas de exótico origen, pues Perrault elige el tema de sus cuentos del folklore popular francés, leyendas medievales, historias caballerescas o cortesanas, retocándolos según el gusto propio de su época.
Las historias escogidas por él no pertenecían a la literatura infantil: Eran cuentos para ser narrados en largas veladas de invierno, junto a la lumbre, y él los pasó a la literatura escrita y culta, suprimiendo lo que tenían de vulgar, integrando elementos populares del cuento a una trama romántica, los adaptó a la sociedad del momento, y les añadió algunos toques humorísticos.
Son cuentos morales (al final del relato se incluye una moraleja relacionada con la narración) pero llenos de una magia que perdura y que los ha convertido en las lecturas preferidas de los pequeños. Los personajes que emplea pertenecen a un mundo fantástico de hadas, príncipes encantados, temibles ogros, animales que hablan, feísimas y malísimas brujas, personajes malvados, aunque nunca aterradores.
El escritor mostró las costumbres de una época en el que la mayoría de la gente no estaba a gusto con su situación, y quiso enviar algo de esperanza, por lo que solía incluir finales felices en sus escritos.
Sus cuentos gustaron mucho, pero ni él mismo imaginó que sus historias perdurarían a través de los siglos.
Otras efemérides de la semana:
Esta semana también pudimos recordar el nacimiento de Camilo José Cela (11 mayo 1916), escritor español, premio Nobel de Literatura de 1989 y Premio Cervantes en 1995 de Francisco Umbral (11 mayo 1935), prosista español y de Daphne Du Maurier (13 mayo 1907), escritora británica y de Jacinto Verdaguer (17 mayo 1845), poeta catalán y los fallecimientos de Emilia Pardo Bazán, (12 mayo 1921), escritora gallega y Emily Dickinson (15 mayo 1886), poetisa estadounidense.
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