Ayer, 20 de noviembre de 2010, se cumplió el primer centenario de la muerte de Liev Nikoláievich Tolstói, León Tolstoi. Uno de los imprescindibles de la literatura rusa, pensador social y moral, defensor de la No Violencia, uno de los más eminentes autores del realismo de todos los tiempos, autor de obras como «Guerra y Paz» y «Ana Karenina», con gran influencia e impacto en personalidades como Gandhi y Martin Luther King.
Liev Nikoláievich Tolstói, conde de Tolstoi, nació en una familia noble el 9 de septiembre de 1.828 en Yásnaia Polonia, una propiedad agrícola de su familia al sur de Moscú.
Hijo del conde Nokolai Ilich terrateniente, y de María Nikolaievna, princesa Volkonskaia, con dos años muere su padre y a los nueve años quedó huérfano también de madre, y se trasladó a Kazán, a vivir con dos tías paternas, con las que se crió en un ambiente religioso y culto. Tuvo tutores franceses y alemanes.
A los 16 años, ingresó en la Universidad de Kazán, donde estudió lenguas y más tarde en la de San Petersburgo, en donde se licenció en Derecho. En 1847, insatisfecho, abandonó sus estudios. Nunca fue gran estudiante y no hubiera acabado nunca con éxito su instrucción de no haber atendido sus profesores al alto rango de su familia.
Después de haber intentado mejorar las condiciones de vida de siervos de sus tierras, se metió de lleno en la disipada vida de alta sociedad aristocrática moscovita, carecía de toda convicción moral y religiosa, se entregaba sin remordimiento a la ociosidad, era disoluto, resistía asombrosamente las bebidas alcohólicas, jugaba a las cartas sin descanso y obtenía con envidiable facilidad los favores de las mujeres, regalado por esa existencia de estudiante rico y con completa despreocupación de sus obligaciones. Más adelante se prometería reformar a la misma alta sociedad de la que había formado parte.
En el año 1851 se reunió con su amado hermano Nicolás en el Cáucaso, donde su regimiento se encontraba acampado y, tras una breve permanencia, se incorpora también al ejército ruso y entra en contacto con los cosacos, que se convertirían en los protagonistas de una de sus mejores novelas cortas, “Los cosacos”. Pudo observar junto a su hermano la guerra entre Rusia y Turquía, que le sirvió para hacerse una buena idea del ambiente marcial del ejército zarista.